Amig@s,
Leí este cuento años atrás, y en ese momento me ayudo a mirar algunas circunstancias que vivía desde otro ángulo. Recuerdo que lo guarde con la expectativa de algún momento compartirlo con otras personas. En esta semana, buscaba un archivo de trabajo, antiguo pero importante, y lo encontré!... y que mejor espacio que este para compartirlo!
"Aquella mariposa era como todas las mariposas. Tenía un
cuerpo largo y esbelto.
Sus antenitas se movían de un lado hacia otro nerviosamente.
Sus alas poseían hermosos colores: verde, azul, amarillo,
naranja y rojo. Tenían un polvito dorado que las hacía brillar intensamente
cuando las tocaba un rayo de sol.
A simple vista, nada la diferenciaba de las demás y sin
embargo, era diferente: No podía volar…
Cuando salieron del capullo, luego de un arduo esfuerzo, las
mariposas empezaron a revolotear de un lado a otro, deleitadas por ese aire
tibio que las rodeaba, llenas de felicidad.
Ella no, se quedó en tierra, con las alas bajas, mirándolas.
Todo su ser pedía elevarse e ir con sus hermanas. Pero no
podía… Un peso enorme la ataba al suelo y le impedía remontarse.
Un dolor sordo le cerraba el pecho y casi no podía respirar.
Quería volar pero sabía que no le era posible. Sus alas pendían a sus costados
como adornos bonitos, mas inútiles.
Lágrimas de frustración se deslizaban por sus mejillas,
caían sobre sus alas y las hacían brillar más aún.
Una mariposa se acercó, dichosa de vivir y le dijo
entusiasmada:
- Ven con nosotras. ¡Esto es bellísimo!
La mariposa la miró con curiosidad pero sus otras compañeras
la llamaron y voló graciosamente, hacia ellas.
- ¡¡¡¡Qué largo es el tiempo cuando hay sufrimiento!!!!
Le parecía que los minutos eran horas y que estaba detenida
en el tiempo...
No se dio cuenta que un sapo verde y feo se iba acercando
con la evidente intención de cenar. Cuando lo vio ya lo tenía al lado, pegado a
ella. Se sentía tan sola que agradeció la compañía y sin darse cuenta, sonrió.
El sapo que ya tenía la lengua extendida, se quedó tan
sorprendido que cerró la boca, guardando su larga lengua.
Ella lo miró y no vio su enorme cuerpo cubierto de manchas y
verrugas, sólo vio a un ser que rompía su soledad.
- Señor – le dijo – con voz temblorosa – ¿Usted también está
solo?
El sapo la miró sin comprender. Vio las lágrimas que pendían
de sus alas y notó su tristeza.
- Paseaba por ahí y te vi – dijo con voz insegura. Se aclaró
la garganta.
- Mis hermanas andan por ahí, volando por primera vez.
- ¿Y por qué no estás con ellas?
- Yo no puedo volar. Quiero… pero no puedo… No soy capaz.
- ¿Por qué?
- No lo sé…
- Tienes miedo. El miedo te paraliza. No crees en tus
propias fuerzas y si no lo intentas nunca sabrás si eres capaz.
- ¿Y si no puedo?
- Si no puedes, no puedes. – Contestó el sapo con malhumor.
– Pero a mí me gustaría saberlo.
- Espere...
La mariposa se puso de pie, extendió las alas, las agitó y
su cuerpo se elevó a lo alto.
¡Qué placer! ¡Podía volar! El cielo se extendía y era suyo.
La alegría la embargaba. Era feliz ¡¡
Lo saludó con una graciosa reverencia y le gritó:
- ¡Gracias!
El sapo la miró hasta que desapareció y luego siguió su
camino. Sentía algo extraño en el pecho. Un calorcito desconocido pero también
le dolía el estómago de hambre.
- Espero que si encuentro algo para comer, no me hable.
No encontró nada, ni un insecto… con hambre y resignación se
durmió. Esa noche soñó con hadas y mariposas, con bosques
maravillosos… y fue feliz…
¿La mariposa? La mariposa se llevó algunos árboles por
delante y se dio varios golpes pero no importa. Son los golpes de la vida
vivida..."
El miedo nos limita, bloquea nuestras capacidades, anula
nuestro potencial. Confía, decide y empieza a volar...!
No hay comentarios:
Publicar un comentario